LA HISTORIA DEL RATÓN (RELATO ENMARCADO)
Dijo el ratón, comenzando a contar la
primera historia: "Yo nací en la casa de un religioso que no tenía mujer
ni hijos. Este hombre recibía todos los días una canasta con alimento, y comía
de ellos una vez, guardando luego lo que sobraba en la canasta, que colgaba de
una soga. Cada día, yo esperaba a que el hombre saliera, y entonces iba a la
canasta y no dejaba cosa sin probar ni compartir con los otros ratones. Muchas
veces trató el religioso de colgar la canasta en un lugar donde yo no pudiera
alcanzarla, pero siempre fracasó. Una noche, el religioso recibió a un viajero
como huésped, y durante la cena le preguntó: ¿Dónde naciste y a dónde vas?
El viajero había estado en muchas
partes y había visto maravillas que se dispuso a contar, pero el religioso a
cada momento sonaba sus palmas, para hacerme huir de la canasta. Aquello irritó
al huésped, quien terminó por decir: "¿Te burlas de mí? Nada te contaré si
insistes en interrumpirme."
"El religioso se excusó y dijo:
"Con mucho gusto escucharé tus aventuras; pero lo que hago es para
espantar a unos ratones que siempre roen mis alimentos." Dijo el huésped:
.. ¿Es solamente un ratón, o son muchos? " Y el religioso: "Son
muchos; pero hay uno que me ha hecho gran daño y no he podido capturar."
Dijo el huésped: "Por algo hace este ratón lo que hace, y esto me recuerda
lo que dijo un hombre: "Por algo cambió esta mujer el sésamo sin cáscara
por el entero." Dijo el religioso: .. ¿Cómo fue eso? "
La
mujer del sésamo
"Dijo el huésped: "Una vez
dormí en la casa de un hombre en una lejana ciudad. Después de cenar, el hombre
me preparó un lecho y se fue a dormir con su mujer. Entre ambos lechos había
una cortina de cañas secas, y yo pude oír que el hombre decía a su mujer:
"Quiero invitar a unos amigos a
comer en casa mañana." Y la mujer respondió: "No es posible; nada
tenemos que ofrecerles. Somos tan pobres que no podemos derrochar una sola
migaja" Dijo el marido: "No te preocupes por lo que hayamos de
gastar, que el ahorro en la comida nunca es bueno, y ocurrirnos podría lo que
ocurrió al lobo." Dijo la mujer: "¿Cómo fue eso?"
El lobo y el arco
"Dijo el marido: "Dicen que
un ballestero salió con su arco y sus saetas a buscar venados, y cerca de allí
encontró uno y lo mató.
Cuando el ballestero se disponía a
recoger el venado, un puerco atravesó el camino, y el ballestero le disparó y
logró herirlo. Pero, antes de morir, el puerco se lanzó contra el hombre y lo
mordió hasta matarlo. En eso pasó por allí un lobo hambriento, y cuando vio que
el ballestero, el venado y el puerco estaban muertos, dijo: "Tengo
alimento para varios días. Guardaré de éste cuanto pueda, que quien no cuida ni
ahorra no tiene entendimiento, y yo quiero hacer provisión de lo que hallé, por
lo que comeré primero la cuerda del arco." Y el lobo se acercó entonces al
arco para comer la cuerda, y al darle la primera mordida, el arco se destensó y
la otra punta le dio en la cabeza, matándolo. Yo te doy este ejemplo para que
sepas que la codicia y el mucho ahorrar nunca son buenos."
"Dijo la mujer: "Pues así lo
quieres, así se hará. Tenemos arroz y sésamo suficientes para seis o siete
hombres. Yo madrugaré y prepararé la comida para tus amigos."
Y la mujer, luego que amaneció, cogió
el sésamo, le quitó la cáscara y lo extendió al sol para que se secara, y dijo
a un esclavo pequeño que tenía: "Cuida este sésamo, que no se lo coman los
pájaros ni se acerquen a él los perros" y se fue a los otros quehaceres de
la casa. Mientras tanto, el muchacho que cuidaba el sésamo se puso a jugar y
olvidó su tarea. Entonces vino un perro y se meó en el sésamo. Cuando la mujer
probó el sésamo, lo encontró amargo y no quiso guisarlo.
Entonces fue al mercado y lo cambió
por una cantidad igual de sésamo entero. Y yo, que me encontraba en el mercado,
vi a un hombre que dijo: "¿Qué motivo tendría esta mujer para cambiar el
sésamo ya mondado por el sin mondar?"
"Otro tanto te digo de este ratón
que salta a la canasta, dondequiera que la pongas, no así de los otros.
Búscame, pues, un azadón y tal vez indague algo de él." (Un azadón es una
pala para cenizas)
"El religioso llevó un azadón al
huésped. Yo estaba en un agujero, oyendo lo que decían. En aquel agujero había
mil maravedíes (monedas), que algún antiguo dueño de esa casa había enterrado.
Y comencé a revolverme en ellos y a hacer gran ruido, hasta que el huésped cavó
en el agujero y los encontró, diciendo: "Este ratón saltaba así porque
aquí yacían estos maravedíes; que el dinero acrecienta la fuerza y el
entendimiento. Tú verás que de hoy en adelante no podrá saltar como solía ni
tendrá más fuerza que los otros ratones."
Yo oí lo que decía el huésped y supe
que decía verdad, y me desesperé y me sentí muy quebrantado y menguado en mi
fuerza.
Cuando los hombres sacaron los
maravedís del agujero, me fui a otro, y los ratones que solían servirme fueron
a buscarme y dijeron:
"Tenemos hambre y hemos perdido
lo que antes nos dabas; tú eres nuestra esperanza, no nos abandones."
"Entonces fui al lugar desde
donde solía saltar a la canasta, e intenté hacerlo muchas veces, inútilmente.
Vi que mi estado era distinto, y los ratones me despreciaron, diciéndose unos a
otros:
"Jamás recuperará su buena
suerte; alejémonos de él y nada esperemos, que es bien posible que pronto lo
capture el religioso." Y se alejaron de mí, contando mi fracaso a mis
enemigos y a los que me tenían envidia. Yo dije en mi corazón: "Compañía,
amigos y vasallos rodean solamente al que algo tiene, pues el pobre carece, a
los ojos de los demás, de nobleza, fuerza y entendimiento. El que nada tiene,
si en alguna cosa se entremete acrecienta su pobreza, como el agua de lluvia
que cae en los ríos, que nunca llega al mar y vi que quien no tiene amigos no
tiene parientes, que quien no tiene hijos no deja memoria de sí y que quien no
tiene riquezas no tiene entendimiento, aunque lo tenga, ni disfruta de esta
vida ni de la otra. Pues al hombre, cuando cae en las garras de la pobreza, lo
desechan sus amigos, sus parientes lo abandonan y sus bienquerientes lo
desprecian; y con dolor vive, en peligro constante de perder alma y
cuerpo."
"Nada hay peor que la pobreza;
que el árbol que nace en el aguazal, podrido de todas partes, en mejor estado
se encuentra que el pobre que necesita de lo ajeno. La pobreza es principio y
raíz de toda tribulación, pues el hombre pobre tarde o temprano pierde el
entendimiento y las buenas costumbres, y los demás sospechan de él; que la
pobreza aleja a la vergüenza y es suma de todas las penas. Y quien pierde la
vergüenza pierde la nobleza del corazón; y quien pierde la nobleza se hace vil,
y al vil lo acosan las calamidades, y el que recibe daños sufre gran pesar; y
quien sufre pesar enloquece y pierde la memoria. Todo lo que ocurre al hombre
pobre es siempre en su contra."
."Cuando el hombre empobrece,
sospecha de él el que antes era su fiador y le desea mal el que antes le
deseaba bien; y si la culpa es de otro a él se la achacan. Nada que esté bien
al rico le va bien al pobre, pues si fuese valiente dirán que está loco, y si
fuese pródigo dirán que malgasta, y si fuese ordenado lo tildarán de avaro, y
si fuese juicioso dirán que es torpe, y si fuese comunicativo dirán que es
hablador. Es mejor la muerte que la pobreza, pues ésta hace al hombre pedir con
dolor, cuan to más a los viles y miserables; que un hombre bien nacido, si le
pidiesen meter la mano en la boca de una serpiente para sacarle el veneno y
tragarlo después, con mayor gusto lo haría que pedir algo al que nada da. Dicen
que quien padece gran enfermedad, tal que no abrigue esperanza de sanar, o
quien pierde a sus amigos y bienquerientes, o quien se encuentra en tierra ajena
sin casa ni conocidos, y sin esperanza de regresar a su hogar, se encuentra
mejor que el hombre que por necesidad tiene que pedir algo a los viles, pues a
éste la vida es muerte y la muerte bienandanza. Y como hay veces en que el
hombre se niega a pedir aunque mucho lo necesite, esto lo lleva a robar, que es
peor que pedir. Y dicen que más vale callar que decir mentiras, que es mejor la
desventura que la infamia, y la pobreza que los bienes ajenos".
"Luego que el huésped sacó los maravedíes
del agujero, los compartió con el religioso, guardando su parte en una bolsa
que puso en su cabecera. Yo tuve codicia de los maravedíes, pues deseaba
recuperar mi fuerza y la voluntad de mis compañeros. Y cuando el huésped
dormía, yo me acerqué a la b I a, per el hombre despertó y regresé a mi
agujero. Una vez que me sobrepuse al dolor que sentía, el hambre y la codicia
me empujaron de nuevo hacia la bolsa de los maravedíes. Cuando estuve cerca
otra vez, el hombre, que fingía dormir, me asestó tal golpe en la cabeza que me
dejó cubierto de sangre. A tumbos regresé a mi agujero, y caí sangrante y
desfallecido."
"Fue tan grande mi dolor que para
siempre aborrecí la riquezas, y, cuando oigo que la mencionan, me lleno de
temor y espanto.
Entonces pensé que toda las tribulaciones
de los hombres se deben a la ambición y la codicia, y que entre la escasez y el
bienestar hay gran diversidad. Comprendí que es mejor meterse a las grandes
aventuras y al peligro, en busca de lo bienes de este mundo, que pedir o robar
a los demás. Y que es mejor aún que el hombre se conforme con lo suyo, mucho o
poco. Y oí a los sabios decir que nada hay mejor que el pensamiento, ni mejor
temor de Dios que evitar hacer el mal, ni Linaje más noble que las buenas
costumbres, ni riqueza más grande que estar satisfechos con lo que Dios nos da.
Dicen que lo que el hombre no puede cambiar es lo que debe sufrir con mayor
paciencia."
"Y dicen también que la obra más
alta es la piedad, que la confianza es raíz del amor, que el conocimiento más
provechoso consiste en saber lo que fue y lo que ha de ser y en olvidar de
grado lo que no se puede obtener. Por ello decid í darme por satisfecho con lo
que tuviese y salí de la casa del religioso para irme a vivir al campo, Allí vi
lo que ocurrió a la paloma, y por eso trabé amistad con el cuervo, y él me dijo
cuán to te quiere y c6mo deseaba venir a verte. Tanto me habló de ti que decid
í venir a conocerte. No quise venir solo, pues ninguna de las alegrías de este
mundo es comparable a la compañía de los amigos, y nada hay tan triste como
perder a un amigo. Entonces supe que nadie debe desear de este mundo más de lo
necesario para vivir. De nada serviría a un hombre recibir este mundo y cuanto
en él hay: pues, fuera de lo necesario para vivir, todo se queda donde está y no
se disfruta de ello más que el placer de mirarlo, como lo mira cualquier otro
hombre. A este acuerdo llegué con el cuervo. Y quiero ser tu amigo y compañero,
y que tú me tengas por otro tal."
Cuando el ratón terminó de hablar, la
tortuga le respondió muy amablemente: "Ya oí lo que dijiste; todo eso es
muy cierto. Sin embargo, ahora te encuentras con nosotros en ajeno lugar y te
entristecen los recuerdos. Olvida, déjate estar. El buen decir sólo se cumple
con las buenas obras, pues el enfermo que, conociendo el remedio, no se
medicina con él, en vano espera el alivio. Es necesario que apliques tus
conocimientos y tu sabiduría. Y no lamentes ser pobre, que los pobres estiman y
honran al hombre de noble corazón, como el león, que inspira temor aunque se le
haya domado; y el rico que carece de nobles sentimientos no obtiene provecho
alguno de sus bienes, como el perro feroz despreciado por los hombres, aunque
traiga cascabeles y collar."
"Y no tengas por gran mal estar
en tierra extraña, que el hombre entendido en ningún lugar es forastero, como
el león, que a todas partes lleva su fuerza consigo. Encamina tu alma al bien,
y, cuando esto hicieres, de todas partes vendrá el bien a buscarte, como busca
el agua el lugar más bajo de la tierra. El hombre noble en ningún lugar está
mal, sino el malo y perezoso, como la mujer mala que no se aviene con el marido
viejo. Y no digas: "Fui un gran señor y ahora no tengo nada", que
todos los bienes de este mundo han de perecer. Las riquezas vienen y se van,
como la pelota, que entre más rápido sube más rápido cae."
"Dicen los sabios que algunas
cosas no tienen firmeza ni duración, como la sombra de las nubes, la amistad de
los malos, la falsa fama y las muchas riquezas; y el hombre entendido no debe
alegrarse por los muchos bienes ni apesararse en la miseria, que el
conocimiento es la única fuente de alegría. Y no debe olvidarse de la otra vida
ni de buscar el bien de Dios, que la muerte llega siempre a su hora y no
concede plazos. Aprovéchate de lo que digo, que es mi deber decirlo. Tú eres
buen amigo y hermano, y todo lo que tenemos también es para ti."
Cuando el cuervo oyó lo que dijo la
tortuga, y la manera en que respondió al ratón, se alegró en su corazón y dijo:
"No esperaba otra cosa de ti. Disfrutemos de la amistad del ratón, tan
inteligente, franco y bueno; que los hombres más felices son los que nunca se
separan de sus amigos. Y si un hombre noble tropieza, no se levanta sino con la
ayuda de hombres nobles, como el elefante, que si cae en el pantano sale
solamente con la ayuda de otros elefantes. El buen juicio del hombre entendido
siempre se da a conocer, aunque eso lo lleve a gran peligro; y su amor se
encamina a lo perdurable y no a lo que ha de perecer, pues encuentra alegría en
comprar lo más por lo menos. Y no es rico el que no comparte sus riquezas, ni
es pérdida lo que acarrea ganancia, ni es ganancia lo que pérdidas trae."
El cuervo, para afirmar su amistad con el ratón, dijo muchas otras cosas y muy
buenas razones.
En eso estaban cuando apareció un
venado que les infundió gran espanto. La tortuga se metió al agua, el ratón a
la cueva y el cuervo se echó a volar. El venado se acercó al agua y bebió hasta
calmar su sed. Cuando levantó la cabeza y vio al cuervo posado en un árbol, le
preguntó si algún cazador venía tras él. Después de mirar desde lo alto, el
cuervo le respondió: "Nadie viene en tu búsqueda." y llamó a la
tortuga y al ratón: "No teman, nada nos hará daño." Y el ratón y la
tortuga salieron a conocer al venado.
Cuando la tortuga vio que el venado
miraba el agua con deseos de volver a beber, le dijo: "Bebe, si tienes
sed. Nada tienes que temer." y el venado se acercó a la tortuga, y ésta le
preguntó: "¿De dónde vienes? " Dijo el venado: "Estaba paciendo
en este bosque cuando vi venir un grupo de cazadores. El miedo me hizo
huir." Y la tortuga: "No temas, que nunca vimos cazadores por aquí.
Quédate con nosotros y sé nuestro amigo; aquí tendrás verdes prados y buena
compañía." Y el venado se qJ1edó a vivir con ellos.
Cerca había un parral donde los amigos
se reunían a conversar todos los días. Pero en una ocasión, el venado no
apareció a la hora convenida. Después de esperarle un buen rato, sus amigos
empezaron a preocuparse, pensando que algo malo le hubiese ocurrido.
Y la tortuga y el ratón dijeron al
cuervo: "Vuela y búscale en nuestro derredor." Y el cuervo buscó por
todas partes, y encontró al venado prisionero en una red. Entonces descendió y,
con gran pesar, le preguntó: "Amigo, ¿quién te ha echado en esta red, si
eres tan sabio y tan ligero? " Y el venado: "De nada sirve ser ligero
ante peligros invisibles."
Luego llegaron la tortuga y el ratón.
Dijo el venado: "Mal hicieron en venir todos hasta aquí, pues aunque el
ratón corte los lazos con sus dientes permitiéndome escapar, y aunque el cuervo
vuele con rapidez, y aunque el ratón se esconda en una cueva, la tortuga es
lenta y no podremos salvarla. Dijo la tortuga: "No es amigo el que no
socorre a sus amigos en la tribulación. Una de las cosas que consuelan al
hombre en la desgracia es verse rodeado de amigos, y ayudarse entre sí; pues el
que abandona al amigo le arrebata la alegría y la lumbre de sus ojos."
Antes de que la tortuga terminara de hablar, apareció el cazador. El rat6n,
mientras tanto, había tajado la red en que yacía el venado. Y venado y ratón
corrieron a esconderse, y el cuervo se echó a volar. Cuando el cazador encontró
su red destrozada y sin venado, se maravill6 y al ver a la tortuga, dijo:
"De lo perdido, lo encontrado." Y, luego de atarla, se la llevó.
Entonces se juntaron el venado, el
cuervo y el ratón. Dijo el ratón, apesarado: "Salimos de una tribulación
para caer en otra.
Verdad dijo el que dijo que al hombre
feliz todo le sale bien, y que a la primera desgracia siguen otras peores. Y mi
felicidad, cuando vivía en compañía de mis hijos, nunca se vio completa hasta
que la compartí con mis amigos, cuya nobleza, lealtad y entendimiento valen
tanto como el amor de un hijo. Sólo la muerte puede terminar nuestra amistad.
Fuera de los amigos, nada hay permanente en esta vida; el ocaso se troca en
oriente, el oriente en ocaso; lo que sube desciende y lo que desciende vuelve a
subir.
Este dolor me hace recordar todos mis
dolores como la herida cerrada que se vuelve a abrir, duplicando la pena."
Y el venado y la tortuga dijeron al
ratón: "Tu dolor es nuestro, pero el llanto no va a liberar a la tortuga.
Debemos buscar la manera de hacer algo, que los valientes se prueban en la
lucha y en el dar y tomar, y la familia y los amigos en los momentos de
infelicidad." Dijo el ratón al venado: "Adelántate al cazador y
déjate caer por donde él vaya a pasar, como si estuvieses herido y a punto de
morir: el cuervo se posará en tu cuerpo y hará como si de ti comiera.
Cuando el cazador te vea, querrá
recogerte para no llegar a su casa con solamente una tortuga. Cuando lo sientas
cerca, avanza un poco, fingiendo gran esfuerzo. Mientras, yo roeré los lazos
que atan a la tortuga, que seguramente abandonará el cazador. Y antes de que él
regrese, descubierto el engaño, la tortuga y yo estaremos a salvo en algún escondite.
Más tarde nos veremos en nuestro parral."
Y el venado hizo lo que dijo el ratón:
y el cazador lo siguió un largo trecho, pensando que pronto moriría, y el ratón
cortó las ataduras de la tortuga. Cuando el cazador estuvo lejos, el venado
echó a correr con toda su ligereza, descubriendo el engaño. Al regresar por la
tortuga, el cazador sólo encontró los lazos tajados, y pensando en todo lo que
le había ocurrido, dijo: "Esta es tierra de hechiceros y demonios."
Y, sin mirar hacia atrás, emprendió la huida. Más tarde, el venado, el cuervo,
la tortuga y el ratón se reunieron en el parral, salvos y seguros."
Dijo el rey al filósofo: "A tanto
llega la inteligencia de las bestias, que unas a otras se ayudan con lealtad y
paciencia. Otro tanto deberían hacer los hombres, y con ello quedarían a salvo
de las penas de este mundo."
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