miércoles, 21 de junio de 2017

Relato enmarcado: La historia del ratón


LA HISTORIA  DEL RATÓN (RELATO ENMARCADO)


Dijo el ratón, comenzando a contar la primera historia: "Yo nací en la casa de un religioso que no tenía mujer ni hijos. Este hombre recibía todos los días una canasta con alimento, y comía de ellos una vez, guardando luego lo que sobraba en la canasta, que colgaba de una soga. Cada día, yo esperaba a que el hombre saliera, y entonces iba a la canasta y no dejaba cosa sin probar ni compartir con los otros ratones. Muchas veces trató el religioso de colgar la canasta en un lugar donde yo no pudiera alcanzarla, pero siempre fracasó. Una noche, el religioso recibió a un viajero como huésped, y durante la cena le preguntó: ¿Dónde naciste y a dónde vas?
El viajero había estado en muchas partes y había visto maravillas que se dispuso a contar, pero el religioso a cada momento sonaba sus palmas, para hacerme huir de la canasta. Aquello irritó al huésped, quien terminó por decir: "¿Te burlas de mí? Nada te contaré si insistes en interrumpirme."
"El religioso se excusó y dijo: "Con mucho gusto escucharé tus aventuras; pero lo que hago es para espantar a unos ratones que siempre roen mis alimentos." Dijo el huésped: .. ¿Es solamente un ratón, o son muchos? " Y el religioso: "Son muchos; pero hay uno que me ha hecho gran daño y no he podido capturar." Dijo el huésped: "Por algo hace este ratón lo que hace, y esto me recuerda lo que dijo un hombre: "Por algo cambió esta mujer el sésamo sin cáscara por el entero." Dijo el religioso: .. ¿Cómo fue eso? "
La mujer del sésamo
"Dijo el huésped: "Una vez dormí en la casa de un hombre en una lejana ciudad. Después de cenar, el hombre me preparó un lecho y se fue a dormir con su mujer. Entre ambos lechos había una cortina de cañas secas, y yo pude oír que el hombre decía a su mujer:
"Quiero invitar a unos amigos a comer en casa mañana." Y la mujer respondió: "No es posible; nada tenemos que ofrecerles. Somos tan pobres que no podemos derrochar una sola migaja" Dijo el marido: "No te preocupes por lo que hayamos de gastar, que el ahorro en la comida nunca es bueno, y ocurrirnos podría lo que ocurrió al lobo." Dijo la mujer: "¿Cómo fue eso?"

El lobo y el arco

"Dijo el marido: "Dicen que un ballestero salió con su arco y sus saetas a buscar venados, y cerca de allí encontró uno y lo mató.
Cuando el ballestero se disponía a recoger el venado, un puerco atravesó el camino, y el ballestero le disparó y logró herirlo. Pero, antes de morir, el puerco se lanzó contra el hombre y lo mordió hasta matarlo. En eso pasó por allí un lobo hambriento, y cuando vio que el ballestero, el venado y el puerco estaban muertos, dijo: "Tengo alimento para varios días. Guardaré de éste cuanto pueda, que quien no cuida ni ahorra no tiene entendimiento, y yo quiero hacer provisión de lo que hallé, por lo que comeré primero la cuerda del arco." Y el lobo se acercó entonces al arco para comer la cuerda, y al darle la primera mordida, el arco se destensó y la otra punta le dio en la cabeza, matándolo. Yo te doy este ejemplo para que sepas que la codicia y el mucho ahorrar nunca son buenos."
"Dijo la mujer: "Pues así lo quieres, así se hará. Tenemos arroz y sésamo suficientes para seis o siete hombres. Yo madrugaré y prepararé la comida para tus amigos."
Y la mujer, luego que amaneció, cogió el sésamo, le quitó la cáscara y lo extendió al sol para que se secara, y dijo a un esclavo pequeño que tenía: "Cuida este sésamo, que no se lo coman los pájaros ni se acerquen a él los perros" y se fue a los otros quehaceres de la casa. Mientras tanto, el muchacho que cuidaba el sésamo se puso a jugar y olvidó su tarea. Entonces vino un perro y se meó en el sésamo. Cuando la mujer probó el sésamo, lo encontró amargo y no quiso guisarlo.
Entonces fue al mercado y lo cambió por una cantidad igual de sésamo entero. Y yo, que me encontraba en el mercado, vi a un hombre que dijo: "¿Qué motivo tendría esta mujer para cambiar el sésamo ya mondado por el sin mondar?"
"Otro tanto te digo de este ratón que salta a la canasta, dondequiera que la pongas, no así de los otros. Búscame, pues, un azadón y tal vez indague algo de él." (Un azadón es una pala para cenizas)
"El religioso llevó un azadón al huésped. Yo estaba en un agujero, oyendo lo que decían. En aquel agujero había mil maravedíes (monedas), que algún antiguo dueño de esa casa había enterrado. Y comencé a revolverme en ellos y a hacer gran ruido, hasta que el huésped cavó en el agujero y los encontró, diciendo: "Este ratón saltaba así porque aquí yacían estos maravedíes; que el dinero acrecienta la fuerza y el entendimiento. Tú verás que de hoy en adelante no podrá saltar como solía ni tendrá más fuerza que los otros ratones."
Yo oí lo que decía el huésped y supe que decía verdad, y me desesperé y me sentí muy quebrantado y menguado en mi fuerza.
Cuando los hombres sacaron los maravedís del agujero, me fui a otro, y los ratones que solían servirme fueron a buscarme y dijeron:
"Tenemos hambre y hemos perdido lo que antes nos dabas; tú eres nuestra esperanza, no nos abandones."
"Entonces fui al lugar desde donde solía saltar a la canasta, e intenté hacerlo muchas veces, inútilmente. Vi que mi estado era distinto, y los ratones me despreciaron, diciéndose unos a otros:
"Jamás recuperará su buena suerte; alejémonos de él y nada esperemos, que es bien posible que pronto lo capture el religioso." Y se alejaron de mí, contando mi fracaso a mis enemigos y a los que me tenían envidia. Yo dije en mi corazón: "Compañía, amigos y vasallos rodean solamente al que algo tiene, pues el pobre carece, a los ojos de los demás, de nobleza, fuerza y entendimiento. El que nada tiene, si en alguna cosa se entremete acrecienta su pobreza, como el agua de lluvia que cae en los ríos, que nunca llega al mar y vi que quien no tiene amigos no tiene parientes, que quien no tiene hijos no deja memoria de sí y que quien no tiene riquezas no tiene entendimiento, aunque lo tenga, ni disfruta de esta vida ni de la otra. Pues al hombre, cuando cae en las garras de la pobreza, lo desechan sus amigos, sus parientes lo abandonan y sus bienquerientes lo desprecian; y con dolor vive, en peligro constante de perder alma y cuerpo."
"Nada hay peor que la pobreza; que el árbol que nace en el aguazal, podrido de todas partes, en mejor estado se encuentra que el pobre que necesita de lo ajeno. La pobreza es principio y raíz de toda tribulación, pues el hombre pobre tarde o temprano pierde el entendimiento y las buenas costumbres, y los demás sospechan de él; que la pobreza aleja a la vergüenza y es suma de todas las penas. Y quien pierde la vergüenza pierde la nobleza del corazón; y quien pierde la nobleza se hace vil, y al vil lo acosan las calamidades, y el que recibe daños sufre gran pesar; y quien sufre pesar enloquece y pierde la memoria. Todo lo que ocurre al hombre pobre es siempre en su contra."
."Cuando el hombre empobrece, sospecha de él el que antes era su fiador y le desea mal el que antes le deseaba bien; y si la culpa es de otro a él se la achacan. Nada que esté bien al rico le va bien al pobre, pues si fuese valiente dirán que está loco, y si fuese pródigo dirán que malgasta, y si fuese ordenado lo tildarán de avaro, y si fuese juicioso dirán que es torpe, y si fuese comunicativo dirán que es hablador. Es mejor la muerte que la pobreza, pues ésta hace al hombre pedir con dolor, cuan to más a los viles y miserables; que un hombre bien nacido, si le pidiesen meter la mano en la boca de una serpiente para sacarle el veneno y tragarlo después, con mayor gusto lo haría que pedir algo al que nada da. Dicen que quien padece gran enfermedad, tal que no abrigue esperanza de sanar, o quien pierde a sus amigos y bienquerientes, o quien se encuentra en tierra ajena sin casa ni conocidos, y sin esperanza de regresar a su hogar, se encuentra mejor que el hombre que por necesidad tiene que pedir algo a los viles, pues a éste la vida es muerte y la muerte bienandanza. Y como hay veces en que el hombre se niega a pedir aunque mucho lo necesite, esto lo lleva a robar, que es peor que pedir. Y dicen que más vale callar que decir mentiras, que es mejor la desventura que la infamia, y la pobreza que los bienes ajenos".
"Luego que el huésped sacó los maravedíes del agujero, los compartió con el religioso, guardando su parte en una bolsa que puso en su cabecera. Yo tuve codicia de los maravedíes, pues deseaba recuperar mi fuerza y la voluntad de mis compañeros. Y cuando el huésped dormía, yo me acerqué a la b I a, per el hombre despertó y regresé a mi agujero. Una vez que me sobrepuse al dolor que sentía, el hambre y la codicia me empujaron de nuevo hacia la bolsa de los maravedíes. Cuando estuve cerca otra vez, el hombre, que fingía dormir, me asestó tal golpe en la cabeza que me dejó cubierto de sangre. A tumbos regresé a mi agujero, y caí sangrante y desfallecido."
"Fue tan grande mi dolor que para siempre aborrecí la riquezas, y, cuando oigo que la mencionan, me lleno de temor y espanto.
Entonces pensé que toda las tribulaciones de los hombres se deben a la ambición y la codicia, y que entre la escasez y el bienestar hay gran diversidad. Comprendí que es mejor meterse a las grandes aventuras y al peligro, en busca de lo bienes de este mundo, que pedir o robar a los demás. Y que es mejor aún que el hombre se conforme con lo suyo, mucho o poco. Y oí a los sabios decir que nada hay mejor que el pensamiento, ni mejor temor de Dios que evitar hacer el mal, ni Linaje más noble que las buenas costumbres, ni riqueza más grande que estar satisfechos con lo que Dios nos da. Dicen que lo que el hombre no puede cambiar es lo que debe sufrir con mayor paciencia."
"Y dicen también que la obra más alta es la piedad, que la confianza es raíz del amor, que el conocimiento más provechoso consiste en saber lo que fue y lo que ha de ser y en olvidar de grado lo que no se puede obtener. Por ello decid í darme por satisfecho con lo que tuviese y salí de la casa del religioso para irme a vivir al campo, Allí vi lo que ocurrió a la paloma, y por eso trabé amistad con el cuervo, y él me dijo cuán to te quiere y c6mo deseaba venir a verte. Tanto me habló de ti que decid í venir a conocerte. No quise venir solo, pues ninguna de las alegrías de este mundo es comparable a la compañía de los amigos, y nada hay tan triste como perder a un amigo. Entonces supe que nadie debe desear de este mundo más de lo necesario para vivir. De nada serviría a un hombre recibir este mundo y cuanto en él hay: pues, fuera de lo necesario para vivir, todo se queda donde está y no se disfruta de ello más que el placer de mirarlo, como lo mira cualquier otro hombre. A este acuerdo llegué con el cuervo. Y quiero ser tu amigo y compañero, y que tú me tengas por otro tal."
Cuando el ratón terminó de hablar, la tortuga le respondió muy amablemente: "Ya oí lo que dijiste; todo eso es muy cierto. Sin embargo, ahora te encuentras con nosotros en ajeno lugar y te entristecen los recuerdos. Olvida, déjate estar. El buen decir sólo se cumple con las buenas obras, pues el enfermo que, conociendo el remedio, no se medicina con él, en vano espera el alivio. Es necesario que apliques tus conocimientos y tu sabiduría. Y no lamentes ser pobre, que los pobres estiman y honran al hombre de noble corazón, como el león, que inspira temor aunque se le haya domado; y el rico que carece de nobles sentimientos no obtiene provecho alguno de sus bienes, como el perro feroz despreciado por los hombres, aunque traiga cascabeles y collar."
"Y no tengas por gran mal estar en tierra extraña, que el hombre entendido en ningún lugar es forastero, como el león, que a todas partes lleva su fuerza consigo. Encamina tu alma al bien, y, cuando esto hicieres, de todas partes vendrá el bien a buscarte, como busca el agua el lugar más bajo de la tierra. El hombre noble en ningún lugar está mal, sino el malo y perezoso, como la mujer mala que no se aviene con el marido viejo. Y no digas: "Fui un gran señor y ahora no tengo nada", que todos los bienes de este mundo han de perecer. Las riquezas vienen y se van, como la pelota, que entre más rápido sube más rápido cae."
"Dicen los sabios que algunas cosas no tienen firmeza ni duración, como la sombra de las nubes, la amistad de los malos, la falsa fama y las muchas riquezas; y el hombre entendido no debe alegrarse por los muchos bienes ni apesararse en la miseria, que el conocimiento es la única fuente de alegría. Y no debe olvidarse de la otra vida ni de buscar el bien de Dios, que la muerte llega siempre a su hora y no concede plazos. Aprovéchate de lo que digo, que es mi deber decirlo. Tú eres buen amigo y hermano, y todo lo que tenemos también es para ti."
Cuando el cuervo oyó lo que dijo la tortuga, y la manera en que respondió al ratón, se alegró en su corazón y dijo: "No esperaba otra cosa de ti. Disfrutemos de la amistad del ratón, tan inteligente, franco y bueno; que los hombres más felices son los que nunca se separan de sus amigos. Y si un hombre noble tropieza, no se levanta sino con la ayuda de hombres nobles, como el elefante, que si cae en el pantano sale solamente con la ayuda de otros elefantes. El buen juicio del hombre entendido siempre se da a conocer, aunque eso lo lleve a gran peligro; y su amor se encamina a lo perdurable y no a lo que ha de perecer, pues encuentra alegría en comprar lo más por lo menos. Y no es rico el que no comparte sus riquezas, ni es pérdida lo que acarrea ganancia, ni es ganancia lo que pérdidas trae." El cuervo, para afirmar su amistad con el ratón, dijo muchas otras cosas y muy buenas razones.
En eso estaban cuando apareció un venado que les infundió gran espanto. La tortuga se metió al agua, el ratón a la cueva y el cuervo se echó a volar. El venado se acercó al agua y bebió hasta calmar su sed. Cuando levantó la cabeza y vio al cuervo posado en un árbol, le preguntó si algún cazador venía tras él. Después de mirar desde lo alto, el cuervo le respondió: "Nadie viene en tu búsqueda." y llamó a la tortuga y al ratón: "No teman, nada nos hará daño." Y el ratón y la tortuga salieron a conocer al venado.
Cuando la tortuga vio que el venado miraba el agua con deseos de volver a beber, le dijo: "Bebe, si tienes sed. Nada tienes que temer." y el venado se acercó a la tortuga, y ésta le preguntó: "¿De dónde vienes? " Dijo el venado: "Estaba paciendo en este bosque cuando vi venir un grupo de cazadores. El miedo me hizo huir." Y la tortuga: "No temas, que nunca vimos cazadores por aquí. Quédate con nosotros y sé nuestro amigo; aquí tendrás verdes prados y buena compañía." Y el venado se qJ1edó a vivir con ellos.
Cerca había un parral donde los amigos se reunían a conversar todos los días. Pero en una ocasión, el venado no apareció a la hora convenida. Después de esperarle un buen rato, sus amigos empezaron a preocuparse, pensando que algo malo le hubiese ocurrido.
Y la tortuga y el ratón dijeron al cuervo: "Vuela y búscale en nuestro derredor." Y el cuervo buscó por todas partes, y encontró al venado prisionero en una red. Entonces descendió y, con gran pesar, le preguntó: "Amigo, ¿quién te ha echado en esta red, si eres tan sabio y tan ligero? " Y el venado: "De nada sirve ser ligero ante peligros invisibles."
Luego llegaron la tortuga y el ratón. Dijo el venado: "Mal hicieron en venir todos hasta aquí, pues aunque el ratón corte los lazos con sus dientes permitiéndome escapar, y aunque el cuervo vuele con rapidez, y aunque el ratón se esconda en una cueva, la tortuga es lenta y no podremos salvarla. Dijo la tortuga: "No es amigo el que no socorre a sus amigos en la tribulación. Una de las cosas que consuelan al hombre en la desgracia es verse rodeado de amigos, y ayudarse entre sí; pues el que abandona al amigo le arrebata la alegría y la lumbre de sus ojos." Antes de que la tortuga terminara de hablar, apareció el cazador. El rat6n, mientras tanto, había tajado la red en que yacía el venado. Y venado y ratón corrieron a esconderse, y el cuervo se echó a volar. Cuando el cazador encontró su red destrozada y sin venado, se maravill6 y al ver a la tortuga, dijo: "De lo perdido, lo encontrado." Y, luego de atarla, se la llevó.
Entonces se juntaron el venado, el cuervo y el ratón. Dijo el ratón, apesarado: "Salimos de una tribulación para caer en otra.
Verdad dijo el que dijo que al hombre feliz todo le sale bien, y que a la primera desgracia siguen otras peores. Y mi felicidad, cuando vivía en compañía de mis hijos, nunca se vio completa hasta que la compartí con mis amigos, cuya nobleza, lealtad y entendimiento valen tanto como el amor de un hijo. Sólo la muerte puede terminar nuestra amistad. Fuera de los amigos, nada hay permanente en esta vida; el ocaso se troca en oriente, el oriente en ocaso; lo que sube desciende y lo que desciende vuelve a subir.
Este dolor me hace recordar todos mis dolores como la herida cerrada que se vuelve a abrir, duplicando la pena."
Y el venado y la tortuga dijeron al ratón: "Tu dolor es nuestro, pero el llanto no va a liberar a la tortuga. Debemos buscar la manera de hacer algo, que los valientes se prueban en la lucha y en el dar y tomar, y la familia y los amigos en los momentos de infelicidad." Dijo el ratón al venado: "Adelántate al cazador y déjate caer por donde él vaya a pasar, como si estuvieses herido y a punto de morir: el cuervo se posará en tu cuerpo y hará como si de ti comiera.
Cuando el cazador te vea, querrá recogerte para no llegar a su casa con solamente una tortuga. Cuando lo sientas cerca, avanza un poco, fingiendo gran esfuerzo. Mientras, yo roeré los lazos que atan a la tortuga, que seguramente abandonará el cazador. Y antes de que él regrese, descubierto el engaño, la tortuga y yo estaremos a salvo en algún escondite. Más tarde nos veremos en nuestro parral."
Y el venado hizo lo que dijo el ratón: y el cazador lo siguió un largo trecho, pensando que pronto moriría, y el ratón cortó las ataduras de la tortuga. Cuando el cazador estuvo lejos, el venado echó a correr con toda su ligereza, descubriendo el engaño. Al regresar por la tortuga, el cazador sólo encontró los lazos tajados, y pensando en todo lo que le había ocurrido, dijo: "Esta es tierra de hechiceros y demonios." Y, sin mirar hacia atrás, emprendió la huida. Más tarde, el venado, el cuervo, la tortuga y el ratón se reunieron en el parral, salvos y seguros."
Dijo el rey al filósofo: "A tanto llega la inteligencia de las bestias, que unas a otras se ayudan con lealtad y paciencia. Otro tanto deberían hacer los hombres, y con ello quedarían a salvo de las penas de este mundo."







Introducción a Calila y Dimna

CALILA e DIMNA

Calila e Dimna es una colección de cuentos orientales traducidos al castellano antiguo que data del año 1251 probablemente mandada a traducir por Alfonso X.

Esta obra traduce fielmente el texto árabe del Kalila wa-Dimna, que a su vez es la traducción que el iraní Ibn Al-Muqaffa hizo al árabe del texto en el siglo VIII (de donde se difundió por toda Europa), y éste por su parte procede del Panchatantra hindú (hacia el año 300 d. C.) En el año 570 fue traducida al pahlavi (o persa literario) y pocos años más tarde al sirio.

Forma parte de aquellos libros de educación de príncipes mediante el motivo oriental de las preguntas y respuestas entre el rey y un filósofo, que da paso a cuentos ejemplares o “exempla” contados y protagonizados por animales: un buey, un león y dos zorros/lobos llamados «Calila» y «Dimna», que son quienes cuentan un mayor número de cuentos, en muchas ocasiones imbricados unos en otros en la llamada «estructura de muñecas rusas» (o de relatos enmarcados).


Los monos y la luciérnaga

Dicen que una banda de monos vivían en un bosque. Una noche fría, lluviosa y huracanada, los monos fueron en busca de fuego, sin conseguirlo. En el camino vieron a una luciérnaga que volaba cual chispa de fuego, y la creyeron una brasa. Después de atraparla juntaron leña y se la echaron encima, comenzando a soplar con sus bocas, en la creencia de hacer fuego y poder calentarse. Cerca del lugar de la escena había un ave que desde un árbol miraba a los monos y observaba su imbecilidad, diciéndoles:
No perdáis el tiempo, señores: lo que tenéis bajo la leña no es una brasa de fuego, sino una luciérnaga voladora.
Los simios no creyeron, ni caso hicieron de la advertencia, pero el ave al ver la testarudez de aquellos animales, bajó del árbol y resolvió acercarse a ellos para disuadirlos de su error; cuando un hombre pasó en ese momento y, al enterarse de la intención del ave, le dijo:
- "No pretendas enderezar lo que jamás se pondrá derecho, pues la piedra dura e irrompible no se prueba con el filo de las espadas, y el gajo que no se dobla no sirve para arcos. Te aconsejo que no pierdas el tiempo con esos monos".
Mas el ave desoyó los consejos del hombre y se acercó a los simios para demostrarles que lo que tenían debajo de la leña no era fuego, sino una luciérnaga. Una vez entre ellos, y molestados por la impertinencia del ave, un mono de malas pulgas echó mano sobre ella y la tiró contra el suelo, matándola.


El mono y la tortuga

Érase una vez un mono que vivía encima de una higuera cargada de frutos, en frente a un estanque de agua. Un día estaba el mono comiendo higos y cayó uno de ellos al agua, debido a lo cual escuchó el ruido de su caída: ¡buuuum!, y se formaron anillos en el agua que rápidamente crecieron y desaparecieron. El mono se asombró por el sonido y el brillo de los anillos y empezó a comer frutos y a lanzar otros al agua para escuchar y mirar esta preciosa visión.

Por casualidad, por el lugar había una tortuga que había empezado a comerse los higos que había lanzado el mono y que pensó que el mono había lanzado los frutos a propósito. Así, con el pasar de los días surgió entre ellos dos una bonita amistad. La tortuga no apareció por su casa por un tiempo y pasó la mayor parte de sus horas con su amigo el mono.
Su esposa, afligida por la inquietud y molesta por esta larga ausencia, fue a su vecina a quejarse de la desaparición de su esposo y a informarla de la amistad que le vinculaba con el mono. Después de que la vecina pensara largamente, le dijo a la tortuguita:
––Tienes que fingir estar mala este día y, cuando llegue tu esposo por la tarde, decirle que el médico te ha recetado corazón de mono; si no lo comes, morirás.
Por la tarde, cuando regresó la tortuga a casa, su mujer aparentó su enfermedad y le dijo lo que le había aconsejado su vecina, y la tortuga respondió:
–– ¿Y de dónde sacamos un corazón de mono?
Y le dijo la tortuguita:
–– Para ti, un amigo de los monos, será fácil matarlos y traerme su corazón.
Y dijo la tortuga:
––Ciertamente, esto es una traición y una deslealtad para con la amistad y los amigos… ¿Y cómo lo haré?
Y le respondió la tortuguita:
––Yo sé que tú no me amas y no te preocupa que muera, y que quieres más al mono que a mí.
Y empezó a llorar insistentemente. La tortuga, pobre de sí, se entristeció y empezó a pensar profundamente y con desconcierto sobre los dos asuntos: el sacrificio de su esposa o el de su amigo. Y después de un largo silencio le dijo a su esposa:
––No tengo más que invitar al mono a nuestra casa y lo mataremos para tomar su corazón. Te lo comes y así te curarás.

Al siguiente día fue la tortuga a su amigo el mono y lo invitó a tomar el almuerzo en su casa, y el mono le respondió diciendo:
––Que tú, tortuga amiga mía, resides en una isla en medio del agua y yo no sé nadar, ¿cómo iré a tú casa?
Y dijo la tortuga:
––Yo te transportaré sobre mi caparazón.

El mono accedió, bajó de su árbol y montó sobre el caparazón de la tortuga, y cuando ambos llegaron al medio del agua la tortuga se detuvo y le sobrevino la inquietud, así que el mono le dijo:
–– ¿Por qué te detuviste, amigo mío?
Y le respondió la tortuga diciendo:
––Quiero que conozcas bien la verdad: ciertamente mi mujer está enferma y el médico le ha recetado corazón de mono, y no conocemos a ningún mono excepto a ti, por ello pensé en matarte y coger tu corazón para que se lo coma mi mujer y así se cure.
A lo que le respondió el mono diciéndole:
–– ¡Tortuga, amiga mía! ¿Por qué no me has informado de esto cuando estaba encima del árbol? Porque nosotros ––en la comunidad de los monos–– no llevamos nuestros corazones cuando salimos de casa al encuentro de un amigo, lo dejamos en casa o con la familia. Para así no enamorarnos de otras mujeres que nos intenten robar el corazón, incluso si nos prendemos de ella. Entonces si me llevaras al árbol podría traerte mi corazón.
La tortuga creyó en las palabras del mono y volvió con él al árbol. Cuando llegó, el mono, a la orilla, le dijo a la tortuga:

–– ¡Vete, avaro! Tú no eres un amigo. Ciertamente mi corazón está aquí, en mi pecho, y has perdido la ocasión, y las ocasiones no vendrán dos veces.




Breves alegorías para comenzar a leerlas

Breves alegorías

La Chica

Dos monjes estaban peregrinando de un monasterio a otro y durante el camino debían atravesar una vasta región formada por colinas y bosques.

Un día, tras un fuerte aguacero, llegaron a un punto de su camino donde el sendero estaba cortado por un riachuelo convertido en un torrente a causa de la lluvia. Los dos monjes se estaban preparando para vadear, cuando se oyeron unos sollozos que procedían de detrás de un arbusto. Al indagar comprobaron que se trataba de una chica que lloraba desesperadamente. Uno de los monjes le preguntó cuál era el motivo de su dolor y ella respondió que, a causa de la riada, no podía vadear el torrente sin estropear su vestido de boda y al día siguiente tenía que estar en el pueblo para los preparativos. Si no llegaba a tiempo, las familias, incluso su prometido, se enfadarían mucho con ella.

El monje no titubeó en ofrecerle su ayuda y, bajo la mirada atónita del otro religioso, la cogió en brazos y la llevó al otro lado de la orilla. La dejó ahí, la saludó deseándole suerte y cada uno siguió su camino.
Al cabo de un rato el otro monje comenzó a criticar a su compañero por esa actitud, especialmente por el hecho de haber tocado a una mujer, infringiendo así uno de sus votos. Pese a que el monje acusado no se enredaba en discusiones y ni siquiera intentaba defenderse de las críticas, éstas prosiguieron hasta que los dos llegaron al monasterio. Nada más ser llevados ante el Abad, el segundo monje se apresuró a relatar al superior lo que había pasado en el río y así acusar vehementemente a su compañero de viaje.

Tras haber escuchado los hechos, el Abad sentenció: "Él ha dejado a la chica en la otra orilla, ¿tú, aún la llevas contigo?".

El perro sujetado

En un lujoso palacio vivía un brahmino, gobernador de una región y dueño de un maravilloso perro. El animal era corpulento, fiero y de temperamento orgulloso. No era difícil que se enfrentara a otros perros, por lo que casi siempre lo paseaban atado con una correa. Perro y amo eran caracteres jactanciosos merecedores el uno del otro.

Cada vez que el perro se encontraba con otro can, empezaba a tirar de la correa con todas sus fuerzas. Su amo, sin dejar de sujetarlo con determinación, intentaba calmarlo hablándole dulcemente: " no hagas así...déjale al pobrecito tranquilo". También se agachaba y le rodeaba con el brazo como para protegerle mientras que el bravo animal mostraba todo su repertorio de amenazas. Parecía de verdad un perro fiero e implacable. Dado su tamaño y su furor, todos le temían.

Un día, el brahmino encargó a un nuevo sirviente que paseara al perro, pero olvidó advertirle sobre el carácter del animal, quizás dando por hecho que todo el mundo tenía que saber que el perro del brahmino era algo especial. No obstante, para el sirviente, éste era únicamente un perro como muchos, por lo cual ignoraba su excentricidad. Como era previsible, nada más encontrarse en contacto visual con otro can, el animal del brahmino dio rienda suelta a su violento temperamento y, de repente tiró enérgicamente de la correa. El siervo, que no estaba preparado para tal situación, no supo reaccionar adecuadamente y soltó la cinta. El perro perdió ligeramente el equilibrio hacia delante, dándose así cuenta de que no estaba siendo sujetado. Ahora estaba libre de sujeción y que la acción dependía exclusivamente de él, se encontró frente a un dilema: o dar séquito a sus amenazas iniciales empezando la batalla, o evitar la confrontación. El imperioso animal titubeó: al fin y al cabo el otro perro, aún más pequeño, no había dado signos de sumisión y estaba listo para la lucha. "Seguramente -se dijo el noble perro- podría matarle fácilmente, pero si me mordiera, ¿que sería de mi noble aspecto?. No, no merece la pena. Por esta vez le dejaré vivir". Emitió unos gruñidos y volvió donde el servidor.

Una vez en el palacio, el doméstico relató lo ocurrido al brahmino, el cual vislumbró la verdad sobre la naturaleza de su perro y la del hombre y, desde entonces, acostumbró a pasear al animal sin ataduras. No sólo el perro dejó de amenazar a los otros animales, sino que también los súbditos del brahmino vivieron más felices. El perro le había mostrado a su dueño la manera sabia de gobernar.




Naturaleza

Un chiquillo, reiteradamente decepcionado y traicionado por alguien que él creía amigo, se lo contó a su padre preguntándole por qué pasan estas cosas. El padre le respondió contándole esta historia:

Un día un escorpión llegó a la orilla de un río y, teniendo que pasar al otro lado, empezó a buscar un medio que le llevase sin riesgo de ahogarse. De repente, viendo a una rana que estaba tomando el sol, una idea hizo mella en su mente. Decidió formularle su propósito preguntándole:

- Oye rana, ¿podrías llevarme a la otra orilla nadando conmigo en la espalda?

La rana le contestó:

- ¿De verdad me crees tan idiota? Sé muy bien que una vez subido en mi espalda me clavarás tu aguijón matándome.

- No seas tonta -replicó el escorpión- ¿cómo podría hacerte eso? ¿Acaso no sabes que nosotros no sabemos nadar y que si yo te matase moriría contigo?

La rana, reasegurada por este razonamiento lógico pensó: " Es verdad. Si me matara, él también se moriría... y no creo que esa idea le guste...

- De acuerdo, sube. Te llevaré -dijo el batracio.

El escorpión se acomodó en la espalda de la rana y ésta empezó a cruzar el río. Una vez llegados a la mitad del torrente, en el punto más profundo, el escorpión levantó su pincho y, de un rápido golpe, lo clavó en la cabeza de la rana. Esta, agonizando atónita, apostrofó:

- ¿ Qué has hecho, imbécil ? ¡Ahora te vas a morir tú también, cretino!

- Lo sé -contesto el alacrán- pero soy un escorpión y esta es mi naturaleza.




¡Qué suerte!

Un hombre, morbosamente apasionado por el juego, había pasado una vez más, toda la noche en un casino. Salió del lugar totalmente rendido... estaba a punto de amanecer. Cuando el cielo se tiñó de rojo y el sol empezó a salir, sintió un escozor en sus ojos somnolientos. Vio un gran árbol en el jardín y decidió sentarse a sus pies para descansar un rato antes de volver a casa. En un abrir y cerrar de ojos, el jugador cayó en un sueño profundo. Durmió todo el día y toda la noche.

Había dormido exactamente 24 horas cuando se despertó. Era el alba, y el sol estaba empezando a subir al cielo.


- ¡Que suerte! -exclamó contento- casi me duermo.




Textos de Cosmovisión Humorística para descargar

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